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EL RÍO COMO VÍA

Capítulo de mi libro «GUADIANA MENOR: EL RÍO DE HUESA (Corazón y alma)

Los árabes adoptaron el nombre preexistente de río Ana, hidrónimo de origen celta cuyo significado es río, añadiendo el genérico Wadi, de igual o parecido significado, quedando finalmente Wadi—ana. Redundante y frecuente fenómeno etimológico que a lo largo de la historia se ha venido repitiendo y, seguramente, seguirá repitiéndose. De modo tal que el significado etimológico de la palabra Guadiana es doblemente río. La historia y la relevancia geográfica otorgaron al castellano el genérico y adjudicó al otro la calificación de “menor”, que pasaría a ser definitiva.

Guadiana sería, pues, una castellanización de la etimología árabe, el parecido fonético es evidente.

Río que fue también frontera y vía, parte importante de la ruta de la plata romana por donde la plata y el cobre procedentes de Cástulo (Linares) se enviaban a Acci (Guadix) y Basti (Baza). Río que ha sido bastión, linde, eje, defensa y alimento para muchas gentes durante siglos. Frontera y eje en la Edad Media entre cristianos y musulmanes.

El Guadiana Menor, a tenor de las reivindicaciones, puede tener varias maternidades. ¿Cómo descubrir el inicio de la primera gota de agua? ¿Cómo descubrir el más importante y lejano de los arroyuelos que lo inician? Como nacimiento más plausible se apunta al del río Barbata, llamado también Bravata, Barbatas y algún que otro apelativo más, después llamado Guardal, nacido, sin otro ruido que el rumor del viento contra los pinos y del agua al romper contra las peñas, junto a la Sagra, en su vertiente oriental, a 1.740 metros de altura, en la Fuente de los Agujeros, en montañas hermosas y solitarias, al amparo de umbrías de pinares y chillidos de rapaces, dominio de la nieve, el viento y el rayo y que descenderá, a veces precipitado, a veces manso, en un desnivel de casi 1.500 metros hasta su desagüe en el Guadalquivir, 152 kilómetros más abajo, cerca de Úbeda, saltando del pinar al olivar, alumbrando civilizaciones y a descendientes de íberos, romanos o árabes.

Así acepta la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir que “la corriente principal del Guadiana Menor es el río Barbatas” según reza en la obra “Guadalquivir” de 1964 de Revenga Carbonell y poco más hay que decir al respecto. El Barbata será, sucesivamente y por cercanía a las poblaciones, río de Huéscar, río de Orce, río de Castilléjar y, finalmente, río Guardal, hecho considerado erróneo y no compartido por varios estudiosos del tema, eje receptor de agua procedentes del norte, de lo que se ha dado en llamar cuenca sub—bética, y así hasta su llegada al pantano de El Negratín donde, en confluencia con otros ríos afluentes como Castril y Guadalentín, tomará nombre propio el Guadiana Menor, que más abajo y a partir de la presa recibirá por su margen izquierda las aguas procedentes de la red fluvial de la fachada norte de Sierra Nevada y otros sistemas montañosos, a través de los ríos Fardes, que previamente ha recibido al Guadix, y Guadahortuna o Alicún llamada también cuenca penibética. Otros afluentes menores, como los ríos Ceal y Toya, aportan también su grano de arena.

Ha habido períodos en que esta confluencia de aguas en la Hoya de Baza ha sido denominada también cono Río Grande e, incluso, Guadianilla, términos recogidos por Madoz y Mesa en sus obras del siglo XIX y en alguna otra del siglo XVIII.

Como todos los ríos, río que quita sed a las tierras, aprecia-do por pastores, agricultores y pueblos, tercero de Andalucía por la superficie de su cuenca, segundo por su caudal y tercero por su longitud. Cuenca de menores precipitaciones de las del Guadalquivir debido, dicen, a su carácter acusadamente continental, motivada por los relieves circundantes, que impiden la entrada de vientos húmedos procedentes del centro y norte de Europa.

La provincia de Granada, especialmente en los cursos altos de los ríos, ocupa más de un 75% del total de la superficie de la cuenca. La de Jaén, parte más apacible y llana, no llega al 20%. El resto, en partes menos relevantes, lo ocupan las provincias de Almería, Murcia y Albacete. Cuenca delimitada por sistemas montañosos relevantes, sierra Nevada y sierra de Huétor al sur; sierras de Baza, Filabres, Estancias, Orce y María al este; sierras de la Sagra, de Castril, de las Cabrillas y Segura, al norte; del Pozo y Cazorla, al oeste. Sierras todas de altas cumbres, poderosas, las mayores de la España peninsular.

El embalse del Negratín, construido en la cerrada homónima, a partir del cual el río toma carta de naturaleza como Guadiana Menor, es el que amansa las aguas que confluyen en él, el tercero más grande de Andalucía y auténtico regulador de la cuenca a que pertenece, ocupando tierras de los municipios de Guadix, Freila, Zújar, Baza, Benamaurel, Cortes de Baza y Cuevas del Campo, con una superficie de 21,70 kilómetros cuadrados y una capacidad de 567 hm³., que tuvo el privilegio de ser inaugurado el 31 de Diciembre de 1984, día del santo patrón de uno de los municipios, Huesa, que se beneficia del mismo.

El Negratín, mar interior, aguas de color azul intenso rodeadas por un mundo ocre, árido, abarrancado. Gigante espejo custodia-do por el fiel Jabalcón en el que se reflejan los deseos y las esperanzas de los pueblos a los que nutre. Llamado también “mar del altiplano”, no solo por su superficie, también por la posibilidad de bañarse en sus playas y de practicar deportes náuticos. Con sus balnearios de Freila y Zújar en la orilla sur. La construcción de la presa y su inauguración en 1984 representó un punto de inflexión positivo en la economía de la comarca y aledañas.

Además del Negratín, San Clemente, Portillo, Bolera, Francisco Abellán y Doña Aldonza serán los vasos que atarán, regularán y amansarán las aguas de la cuenca para que los ríos no se desboquen en avenidas y tragedias y para regular las épocas de estiaje. Son embalses prístinos que en algunos casos han obligado a modificaciones en los trazados de las carreteras que comunican con el este de España sin ahogar pueblos o aldeas y apenas cortijos, a excepción de Las Juntas, pequeña pedanía de Zújar.

El río, que en su curso alto es río de gentes y pueblos y que baña y convive con pueblos como Huéscar, Castril, Galera, Orce, Castilléjar o Benamaurel, se torna tímido a partir del embalse de El Negratín y sólo acariciará las casas y huertas de algunas aldeas de bajo poblamiento como Cortijo Nuevo, Ceal y El Cerrillo en el término de Huesa y Collejares y El Cortijjuelo en el de Quesada.

El río, después del embalse de El Negratín, tranquilizado, entra de lleno en el término municipal de Pozo Alcón y ya más sereno busca vegas y aldeas por paisajes apenas mancillados en zonas pobladas desde la edad del bronce, íbera, romana, musulmana y finalmente cristiana. Cobijo de la historia y la leyenda, fue seguro testigo en el año 208 A.C. del paso de las legiones del general romano Escipión, al que llamaban el africano, hacia la cabecera del Guadalquivir, en su victoriosa batalla contra las del general cartaginés Asdrúbal en Baecula tras la toma de Cartagonova. Fueron testigos y protagonistas también túrdulos, íberos y árabes, pueblos recios, como la tierra que forjaron durante siglos, en tiempos tumultuosos, desconfiados, con eternos litigios entre árabes y cristianos a los que, por fin, sus católicas majestades dieron término.

Pozo Alcón, el municipio que, emulando la obra de Lope de Vega, “llevó a una” a sus doscientos vecinos para, en 1648 reunir los cinco mil ducados en que el longevo austria, Felipe IV, había tasado su sed de independencia de Quesada, es ahora un municipio grande y próspero situado en el límite este de la sierra de Cazorla, a los pies de la sierra del Pozo. Atraviesa su término, de norte a sur, el río Guadalentín, que nace montaraz en término municipal de Cazorla y se despeña imaginando arroyos y la-brando profundos cañones, para remansarse, apenas alevín, en el pantano de La Bolera, a casi 1.000 metros de altitud, atrapando sus aguas para luego darlas a las hábiles manos de los pocenses y sus sofisticados y avanzados sistemas de regadío. Las sobrantes las tributará al pantano del Negratín.

Después de abrirse paso entre quebradas y rocas, entre pinos, encinas y chaparros, el río marcha ahora perezoso, como adormilado, con amplios meandros, como si quisiera pasar desapercibido, como si no quisiera despertar a los espíritus que desde los cerros vigilan su marcha, alentado por los fecundos olivares y huertas que lo jalonan recordándole su infancia, su adolescencia salvaje. Son aguas donde el olivo se refleja mientras el aire se perfuma de plantas aromáticas. Donde se reflejan laderas de pinos y sabinas, de monte bajo y machuelos enterrados en espera de las escasas lluvias. Donde se refleja el chopo y el arce del soto, azota-dos por el viento, que sobrevuela el buitre, el águila, el búho real y el vencejo. Donde se reflejan también cortijos y aldehuelas de honorables vestigios amenazados de olvido. El río, mientras, se desangra generosamente por las amplias vegas en canales y acequias.

Tras un breve recorrido entre sombrías huertas y grises olivares en dirección este oeste, el río toma dirección norte para recibir las aguas del Fardes y del Guadahortuna, ya en término de Huesa, y para envolver la aldea de Cortijo Nuevo y la cortijada de Chíllar, que fuera castra romana con el nombre de Chiellas, y rendir tributo al importante yacimiento íbero de Los Castellones de Ceal, habitado ya en el siglo VI A.C., que fue oppidum romano varios siglos después. Fue éste un asentamiento estratégico para controlar el comercio y las comunicaciones entre el alto Guadalquivir y el levante español. Algo de lógica y conocimiento debieron tener sus primeros pobladores en la elección del lugar cuando, en estos tiempos modernos, aún pasa por el yacimiento la carretera que comunica Hinojares y Huesa.

El otero íbero preside la entrega de las aguas del río Ceal, que trae las de la montañosa frontera oeste de la cuenca y del río Turrillas, al Guadiana Menor, que lo agradece bañando las huertas de la aldea de Ceal para, en un giro de noventa grados, seguir dirección oeste durante algunos kilómetros, apacible, sereno, derramando su fertilidad por ricas y amplias vegas.

Arriba, en la montaña, al pie del Rayal, encaramados en la Peña Negra, el castillo de Tíscar y el Santuario de la Virgen de Tíscar, centro de peregrinación para la fe mariana de gran parte de la provincia de Jaén, Granada y Almería. El castillo, llamado también castillo de Peña Negra, extendió su manto de protección y dominio sobre toda la zona y castillos adyacentes y hurtó a los cristianos su dominio durante siglos convirtiéndose en uno de los reductos insumisos más tardíos, hasta la conquista definitiva por parte de los Reyes Católicos.

Tras un pronunciado meandro en el que el río abraza el cerro de Quebranta, pasan las aguas bajo el puente de la Risa, primer puente tras el embalse, tan destartalado él, aguas que conocieron tantos sucesos, que ya no están. Pero el río siempre está. Corre el río presto, presuroso, a encontrarse con el puente de Don Emilio, segundo corriente abajo apto para vehículos, desparramado en adormecidos y anchos valles fluviales, llenos de aguas plácidas, sombreados por resecos cerros que inclinan sus laderas al río, laderas de monte bajo, de rañas alfombradas de retama.

Desde su entrada en el término de Huesa, a la altura de Cortijo Nuevo, hasta su salida del mismo por El Cerrillo, el río habrá recorrido algo más de cuarenta kilómetros que coincidirán, en gran parte, con los límites sur del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas, único espacio protegido en el entorno del Guadiana Menor al que Huesa contribuye con 1.821 hectáreas.

Ha pasado el Guadiana Menor de lugares mágicos y sorprendentes donde se refugian el muflón y el ciervo y donde florecen los pinos a otros no menos mágicos donde los olivares son los reyes del paisaje. De las laderas de los montes y de los valles mana el zumo de la picual, ambrosía y reina de las aceitunas andaluzas. Las olivas, que en invierno estarán cargadas de gritos negros, son árboles que serían si pudieran, los mejores historiadores de la zona y, acaso, de la vida misma de los hombres. Los romanos perfeccionaron y extendieron su cultivo por toda la provincia, los árabes continuaron la labor y pusieron nombre a su jugo, el Azzáyt, nuestro aceite actual.

Pablo Neruda, según García Márquez, el más grande poeta del siglo XX, enamorado del llamado “oro verde” y también “oro líquido”, le dedicó esta contundente oda:

Aceite,

recóndita y suprema

condición de la olla,

pedestal de perdices,

llave celeste de la mayonesa,

suave y sabroso

sobre las lechugas

y sobrenatural en el infierno

de los arzobispales pejerreyes.

Aceite, en nuestra voz, en

nuestro coro,

con

íntima

suavidad poderosa

cantas;

eres idioma castellano:

hay sílabas de aceite,

hay palabras

útiles y olorosas

como tu fragante materia.

No sólo canta el vino,

también canta el aceite,

vive en nosotros con su luz madura

y entre los bienes de la tierra

aparto,

aceite,

tu inagotable paz, tu esencia verde,

tu colmado tesoro

que desciende

desde los manantiales del olivo.

Otros muchos poetas, especialmente los andaluces, han cantado profusamente al árbol totémico andaluz, a sus frutos y a su sangre:

Sencillo e intrincado,

con su tesoro a cuestas

el olivar cavila.

En él no son precisos

ni rosas ni claveles:

sólo estar, siglo a siglo,

serenamente en pie.

(Antonio Gala)

¿Qué es un olivo?

Un olivo

es un viejo, viejo, viejo

y es un niño

con una rama en la frente

y colgado en la cintura

un saquito todo lleno

de aceitunas.

(Rafael Alberti)

Ay olivar, mi olivar,

olvidado y mal vendido;

donde yo le oí cantar,

y donde siempre he venido

tras mis largos recorridos,

por cielo, por tierra y mar.

(M.ª Jesús Barquero Casas)

El campo

de olivos

se abre y se cierra

como un abanico.

Sobre el olivar

hay un cielo hundido

y una lluvia oscura

de luceros fríos.

Tiembla junco y penumbra

a la orilla del río.

Se riza el aire gris.

Los olivos,

están cargados

de gritos.

Una bandada

de pájaros cautivos,

que mueven sus larguísimas

colas en lo sombrío.

(Federico García Lorca)

¡Cuando miro tu tronco torvo y fiero,

tu tronco casi humano, padre olivo,

un dios pagano rudo y primitivo

te descubro, un viejo dios ibero.

Y preso de tu fuero y desafuero,

cultrario de tu culto y tu cultivo,

muere en tus ramas—brazos, sin motivo,

el cuerpo aceitunado del bracero.

Y su sangre y tu savia se confunden

en la tierra irredenta en que se hunden,

como manos crispadas, tus raíces.

Y tu torcida y bronca arquitectura

se me aparece cepo y atadura

de estos pueblos varados e infelices.

(Felipe Molina Verdejo)

Tal vez fue el oriolano Miguel Hernández, alumbrado por la quesadeña Josefina Manresa, su musa y compañera, quien mejor reflejó, con su poema “Andaluces de Jaén” el sentido y la identificación de las gentes andaluzas con este árbol, convertido el poema en verdadero himno jiennense:

Andaluces de Jaén,

aceituneros altivos,

decidme en el alma, ¿quién,

quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,

ni el dinero, ni el señor,

sino la tierra callada,

el trabajo y el sudor.

Unidos al agua pura

y a los planetas unidos,

los tres dieron la hermosura

de los troncos retorcidos.

Levántate, olivo cano,

dijeron al pie del viento.

Y el olivo alzó una mano

poderosa de cimiento.

Andaluces de Jaén,

aceituneros altivos,

decidme en el alma ¿quién

quién amamantó los olivos?

Vuestra sangre, vuestra vida,

no la del explotador

que se enriqueció en la herida

generosa del sudor.

No la del terrateniente

que os sepultó en la pobreza,

que os pisoteó la frente,

que os redujo la cabeza.

Árboles que vuestro afán

consagró al centro del día

eran principio de un pan que sólo el otro comía.

¡Cuántos siglos de aceituna,

los pies y las manos presos,

sol a sol y luna a luna,

pesan sobre vuestros huesos!

Andaluces de Jaén,

aceituneros altivos,

pregunta mi alma: ¿de quién,

de quién son estos olivos?

Jaén, levántate brava

sobre tus piedras lunares,

no vayas a ser esclava

con todos tus olivares.

Dentro de la claridad

del aceite y sus aromas,

indican tu libertad

la libertad de tus lomas.

(Miguel Hernández)

Tras el puente de Don Emilio habrán de caminarse algunas leguas hasta encontrar el siguiente. Entra el río en el término de Quesada, dejando a su derecha la pedanía hueseña de El Cerrillo, para encontrarse de inmediato con el vado inundable que unía las dos orillas del río en el antiguo camino de Quesada a Larva, pueblo que fuera antaño pedanía quesadeña. El vado, situado a la altura de la Casa del Barquero, impracticable en la actualidad parte del año a causa de las lluvias, une las aldeas de Collejares, en la margen derecha del río, con la de El Cortijuelo, en su margen izquierda, a la vez que permite a los habitantes de esta, poder desplazarse a los pueblos cercanos de Huesa o Quesada. Desde el siglo XVIII y hasta no hace demasiadas décadas, ante la ausencia de puente, estuvo en servicio un andarivel tendido entre las dos orillas del río que, con su cajón, permitía el paso de personas y animales menores de una aldea a otra cuando el río estaba crecido.

,… Assimismo hay en el Rio de Guadiana y Termino de esta Villa y Sittio de Collejares, un Barco propio de Don Manuel de la Cruz, vecino de estta Villa, por lo que se le regula de utilidad anual, quinientos reales de vellon…”

Collejares, la más grande de las dos, debió ser parada y fonda dentro de la calzada romana que, siguiendo el curso del río Guadiana Menor, formaba parte de la ruta de la plata que unía a la ciudad de Cástulo (Linares) con Acci (Guadix) para transportar la plata y el cobre de las minas linarenses. También en sus inmediaciones se libraron batallas que determinaron la historia de Quesada, la Madinat o qalát Qayyata musulmana, formidable fortaleza situada al pie de la sierra del mismo nombre, rica industria de utensilios de madera como platos y vasos, gracias a sus abundantes recursos madereros, que se vendían por todo Al—Andalus y se exportaban al Magreb, concurridos mercados y ricos baños.

Posiblemente poblada desde la edad del Bronce como atestiguan los vestigios y yacimientos encontrados en distintos abrigos (de Morales, de M. Vallejo, del arroyo de Tíscar, del Mergal, de la Magdalena, de la Troje) y cuevas (del Encajero, del Reloj, del Clarillo, de la Hiedra) considerados desde 1998 como Patrimonio Mundial de la Humanidad dentro del conjunto de yacimientos y manifestaciones pictóricas del arte rupestre del arco mediterráneo.

Por su situación estratégica, al ser zona de paso de calzadas de cartagineses, romanos y árabes, y vigía del pasillo del Guadiana Menor, se vio obligada desde tiempos muy remotos a ser un asentamiento guerrero y fortificado, posiblemente, a partir del siglo VI, al querer mantener su estatus como parada y fonda de la vía que discurría a través del Guadiana Menor. Debió ser también importante y estratégico lugar en el control del sector del Itinerario Antonino que unió Cástulo con Acci, por el pasillo del Guadiana Menor, para el transporte de metales preciosos, principalmente plata y cobre procedentes de Linares (Cástulo).

La Baja Edad Media significó el punto de inflexión en la toma de consideración de Quesada como centro importante de la Reconquista y en la lucha contra el islam, como corresponde a quien, durante más de doscientos cincuenta años, será la villa más avanzada en la frontera entre el reino de Castilla y el de Granada, con castillos emplazados en tierras granadinas. Desde esta época en adelante hay profusión de datos, documentos y narraciones que ponen en valor la importancia de esta villa en el contexto de la historia de España. De épocas anteriores escasos vestigios: la cámara sepulcral íbera de Toya, la villa romana de Bruñel, la goda Estela Discoidea de Quesada y escasos restos de la época primera musulmana.

Esta circunstancia fronteriza a lo largo de toda la Baja Edad Media y su liderazgo en el Adelantamiento, con la obligación de defender el territorio, marcó el carácter de sus gentes y su inclinación futura dando lugar al nacimiento de una clase hidalga, ducha en el ejercicio de las armas, pronta a prestar sus servicios ante quien los requiriera.

Puerta de entrada al reino de Jaén a través del valle del Guadiana Menor, Quesada fue una de las perlas de la corona del Adelantamiento de Cazorla, la predilecta del titular de la mitra toledana, el obispo don Rodrigo Ximénez de Rada, quien la recibió del rey Fernando III el día 30 de enero de 1231 siendo primado de Quesada y Toya, para reactivar la causa militar que los problemas internos que la unión de Castilla y León el año anterior había ralentizado y que supuso, de facto, el nacimiento del Adelantamiento.

El papa Gregorio IX concedió, como consecuencia de su importancia, privilegios tales como exacciones fiscales y permisos para comerciar con los musulmanes, dominadores tanto en sus posesiones como en las ajenas y verdaderos expertos en el arte del comercio.

“E otrosi otorgo a todos aquellos que hobieren rayz en ter-mino de Quesada que la ayan firme e estable y por sienpre va-lediera, asi que pueda hazer della y en ella lo quel pluguiere, e aya la poder vender y de canbiar y de enprestar, si quier morar si quier yr..”

Pese a que desde 1295 a 1310, en que es definitivamente recuperada para el reino cristiano, pasa a ser mora y cristiana, en viaje de ida y vuelta, en varias ocasiones, como queda dicho, el Adelantamiento en su primera fase (1231—1495) supuso su consolidación como villa principal del mismo a la vez que alcanzaba su máximo esplendor al socaire del que experimentaba el propio Adelantamiento.

En 1564 se independizó finalmente de Úbeda. Ocurría dentro del período de tiempo que comprendía la siguiente etapa del Adelantamiento (1496—1618), de franca decadencia, de la que no se libró la villa de Quesada. La última etapa del mismo (1619—1812), al que puso fin la Guerra de Independencia española, fue meramente testimonial pues había desaparecido cualquier infraestructura militar relacionado con el mismo. En este período se desgajan e independizan de Quesada los municipios de Pozo Alcón, en 1648, 138,6 kilómetros cuadrados e Hinojares, en 1690, 40 kilómetros cuadrados.

El siglo XIX volvería a ser importante para Quesada y su con-figuración definitiva como municipio. Se benefició de forma importante de las dos desamortizaciones, la de Mendizábal en 1836 y la de Madoz en 1854. Los cambios propiciados por ambas desamortizaciones modificaron la fisonomía de la villa. Bienes y tierras de la iglesia fueron subastados públicamente y adquiridos por comerciantes y aristócratas, muchos de ellos descendientes de aquellos hidalgos del Adelantamiento.

Lo que era un término municipal importante, de 687,2 kilómetros cuadrados, va reduciendo su tamaño porque en 1836 se segrega Larva, restando 41,8 kilómetros cuadrados y en 1847 Huesa, que resta 138,6 kilómetros cuadrados. Esto dejaba, contando las segregaciones producidas en la segunda etapa del Adelantamiento, un término de 328,4 kilómetros cuadrados que es el que pervive en la actualidad.

Sigue siendo Quesada un municipio importante dentro del contexto de comarca del Alto Guadalquivir. Hacia 1917 Antonio Machado visita Quesada y el santuario de Tíscar y dedica este bello poema al templo y a la zona:

En la sierra de Quesada

hay un águila gigante,

verdosa, negra y dorada,

siempre las alas abiertas.

Es de piedra y no se cansa.

Pasado Puerto Lorente,

entre las nubes galopa

el caballo de los montes.

Nunca se cansa: es de roca.

En el hondón del barranco

se ve al jinete caído,

que alza los brazos al cielo.

Los brazos son de granito.

Y allí donde nadie sube,

hay una virgen risueña

con un río azul en brazos.

Es la Virgen de la Sierra.

En Quesada nace el que, sin duda, va a ser su más ilustre hijo en el campo de las artes, el pintor Rafael Zabaleta (1907—1960) quien, aunque marchó joven a Madrid a cursar estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, nunca olvidó su pueblo, como atestiguan los motivos de sus cuadros, muy relacionados con su tierra y la creación en 1963 del museo Zabaleta, dedicado al pintor, donde se encuentra la representación más extensa de su obra, así como la de otros importantes pintores coetáneos como Picasso, Miró o José Luis Verdes de la Riva, muy vinculado a la localidad.

Otro personaje ilustre por su obra y por su aportación al estudio histórico de Quesada es Juan de Mata Carriazo y Arroquia, historiador y arqueólogo español que, aunque nació en Jódar en 1899, desde los dos meses de edad vivió en Quesada, donde su padre ejercía de juez, parte de su niñez y adolescencia. Sus excavaciones y estudios son fundamentales para entender el acontecer histórico de la villa durante el período del Adelantamiento y anteriores.

Es, pues, obvia la importancia de Quesada en la historia del Guadiana Menor y su influencia socio económica.

Nuevos meandros y una machacona letanía de olivares y choperas para llegar al cortijo El Salón, ya citado en las respuestas del Catastro de Ensenada en 1754 como integrante de la riqueza productiva del término de Quesada. Antaño en franca decadencia, esta cortijada erigida a finales del siglo XIX ha recuperado esplendor y se muestra moderna y feraz en la orilla derecha del río, atravesada por la carretera de Úbeda.

Sigue el río unos kilómetros más por el término de Quesada, engordando con ramblas y arroyos que le llegan de la Sierra de las Cabras, a su izquierda, y de la de Toya, a la derecha. Se muestra lento y amplio, atravesando cortijos, regando hazas y alimentando bosquecillos de chopos. Seguirá el río siendo quesadeño durante dos kilómetros más en que lo compartirá con Peal de Becerro para despedirse de él de forma definitiva en la unión con el Arroyo Salado en que pasará a ser, hasta su desembocadura en el Guadalquivir, río de Peal y de Úbeda.

Tiene más nombre el Arroyo Salado por su puente metálico, uno de los más impresionantes de España, que durante mucho tiempo ostentó el récord de obra metálica más importante construida en España, que por su importancia hídrica. Situado en el término municipal de Cabra de Santo Cristo, en la línea ferroviaria Linares—Guadix, el viaducto empezó a construirse en 1896 y se culminó 1899, entrando en servicio el 14 de marzo del mismo año.

Fue diseñado y ejecutado por los ingenieros Basinksi, Guerin y Shule, de la escuela de Gustave Eiffel. Construido por la Compañía de los Caminos de Hierro del Sur de España y, debido a su complejidad técnica, despertó admiración nacional y gran interés internacional. Mide 318 metros de longitud con vanos de 105 metros de luz y 110 metros en su parte más alta. Posteriormente, en 1976, el tablero de hierro original fue sustituido por otro de acero, más moderno, que no afectó a la estructura original del puente. Obra digna de ser vista y paseada pero reservada a aquéllos que carezcan de vértigo.

Desde esta confluencia con el Arroyo Salado el río Guadiana Menor sigue su camino hacia el norte haciendo frontera entre los términos de Peal de Becerro y Úbeda, que no dejará hasta su desembocadura. Seguirá atravesando vegas, olivares y bosquecillos, entreteniéndose en sus meandros, regando huertos y llenando albercas. Los campos de labor muy arrimados al apacible cauce, los cortijos dispersos, escasos, vigilantes en su soledad, aprovechando todas las aguas con cultivos, a veces de ocasión, regados mayoritariamente por los nuevos sistemas de riego por goteo.

Tiene Peal de Becerro el título de villa, declarada así por Real Orden del rey Fernando VII, firmada el 25 de abril de 1822 y posteriormente emancipada de Cazorla por su hija la reina Isabel II el 22 de febrero de 1847.

Junto con el poblamiento íbero de los Castellones de Ceal, el de Toya tuvo una relevancia similar entre los siglos VI y IV A.C. dedicados a controlar la ruta que por el río Guadiana Menor comunicaba la costa de Almería y Murcia con el alto Valle del Guadalquivir.

Además de esa consideración de villa, Peal de Becerro es un municipio rico en historia, que se ha manifestado en distintos hallazgos y asentamientos a lo largo y ancho de sus 150 kilómetros cuadrados de término municipal, desde la Edad del Bronce, Cueva del Águila, Villares de la Bolera y Castellones de la Bolera, pasando por íberos y romanos en Toya, con su impresionante Cámara Sepulcral, visigodos, con la necrópolis del Cerro de la Horca, y musulmanes, estos en menor medida pero con la muestra del Castillo de Toya arrasado, según las crónicas, en 1224 por Fernando III El Santo.

Fue aldea de Toya hasta la Reconquista. En 1231 pasó a manos cristianas para formar parte del Adelantamiento de Cazorla, después pasaría a jurisdicción de Úbeda, más tarde a Cazorla, hasta 1847 en que se constituyó en villa independiente a la que se agregaron las aldeas de Toya, Hornos de Peal y Almicerán.

Los pealeños, llamados también tugienses en honor a su histórica dependencia de la ciudad oretana de Tugia, citada por Ptolomeo en el siglo III A.C., son un pueblo dinámico que, en la actualidad conforman más de 5.000 almas centradas en una economía agraria dependiente del olivar, que no para de buscar otras alternativas.

Sobre el topónimo hay varias versiones, que van desde que Peal debe su nombre a la forma del terreno en la que está enclavado a un tipo de zapatos llamados “peales” que se hacían con piel de los becerros.

El escritor, poeta y catedrático de Historia del Arte en Sala-manca Rafael Laínez Alcalá (Peal, 1899 – Madrid, 1982), que fuera alumno de Antonio Machado durante la época docente del poeta en Baeza es, seguramente, su hijo más ilustre.

Sigue así el río su lento discurrir y pasará, silencioso, por el Cortijo de los Propios del Guadiana, relevante cortijada de la zona. Algo más abajo un nuevo puente, quizá más ilustre que sus predecesores, sobre la carretera C—328 que une Úbeda y Peal de Becerro pasando por la pedanía tugiense de Hornos, al pie de la Sierra de Toya y cercano a la que fue la Tugia romana, citada ya por Ptolomeo en el siglo III A.C. en su a relación de ciudades pertenecientes a la Oretania, con su “Bicha de Toya”, escultura íbera hallada en el yacimiento en el Cerro de la Horca y con su castillo, arrasado en 1224 por Fernando III el Santo, de construcción musulmana y declarado bien de interés cultural.

Son estos parajes de evidente significado histórico, de defensa ante el islam, así como su río, espinazo de la historia y de las leyendas de los hombres. Fueron también escenario de comitivas reales y bélicas, testigo de batallas que, sin que pueda precisarse su exacta ubicación, habían de ser importantes para delimitar y confirmar las fronteras del reino de Granada. Fueron guerras sobre todo de Reconquista.

En la cronología aparece primera la Batalla de Linuesa, dada en el año 1361, durante el reinado de Pedro I de Castilla, entre las tropas del rey castellano y las musulmanas del reino nazarí. Dicen los historiadores que la batalla se fraguó para represaliar al moro que había devastado a fuego Peal de Becerro, tomando cautivos, ganado y botín.

“Habiéndose en tierras de Jaén en 1361 los moros de Granada en número de dos mil peones y seiscientos de a caballo, llegan a Peal de Becerro, y atacando a sus indefensos vecinos, muchos fueron muertos y los más cautivos, llevándose enseres y ganado.

Regresaban a Granada con el botín, y al intentar cruzar el río Guadiana Menor, salen a su encuentro el Maestre de Calatrava don Diego García de Padilla, don Enrique Enríquez, adelantado de la frontera, Men Rodríguez de Viedma o Benavides, caudillo mayor del obispado de Jaén, formando en aquellas filas prietas el Pendón de Úbeda. Se libra batalla junto al río, en tierras de Peal de Becerro y sitio de Linuesa, siendo vencidos los moros”.

Contrariamente a lo que otras fuentes apuntan respecto a la ubicación de esta batalla en término de Huesa, parece claro que no puede determinarse, siquiera, en qué parte del término de Peal de Becerro, perteneciente en esa época a Quesada, ocurrieron los hechos, más difícil resulta atribuir que lo hicieron en término de Huesa, muy a pesar de los hueseños.

Siguiendo la cronología e igualmente difícil de precisar el lugar, en 1406 tiene lugar la Batalla de Collejares, que enfrentó a Enrique III de Castilla con el soberano nazarí Muhammed VII, que había roto el pacto firmado en 1402 e invadido tierras cristianas. Parece seguro que ambas tuvieron como escenario el Guadiana Menor. En 1406 los moros granadinos rompen la tregua con los castellanos y entran:

«poderosamente por la parte de Quesada contra Baeça el Iueves 4 de Otubre 1406. A hora de Tercia vinieron a Quesada Quatro Mil Moros de Cavallo y Veinticinco Mil de pie de la Casa de Granada, y quemaron el Arrabal de Quesada. El dicho dia Pedro Manrique, Adelantado de León, y Dia Sánchez de Benavides, Caudillo del Obispado de Iaen, estando por Fronteros en la Ciudad de Vbeda supieron a hora de Maitines como eran entrados los Moros, y hizieronlo saber a Martín Sánchez de Rojas y a Alfonso Davalos y al Mariscal del Infante Don Fernando, que estaban por Fronteros en la Ciudad de Baeca, los quales se juntaron en Guadiana, y llegando cerca do estaban los Moros, los Capitanes que vinieron de Baeca fueron detras, y luego murieron porque fueron cerca-dos de los Moros, pero vendiéronse bien, que mataron muchos Moros y hizieron como buenos Cavalleros. El Adelantado Pedro Manrique y Dia Sánchez con 500 Lanças, 200 Peones y otros tantos Ginetes siguieron los Moros, y acometiéronles do estaban en vn Cabezo, y subiéronles por fuerza, y allí los ven-cieron, y mataron muchos dellos, asi de pie, como de cavallo, y perdieron gran parte de la hazienda que traían. Y es fama que venian con intención de poblar la tierra de nuestro Señor el Rey de Castilla. Y assi fue vn gran miraglo que Dios hizo con los Christianos».

«Fue esta victoria tenida por milagrosa, y della hazen memoria el Canónigo Luis Fernadez de Tarancón, Prior de Xi-mena, en su Kalendario manuscripto, que yo tengo, de cosas acaecidas en Baeça, escrito por él en el año de 1484, aunque con suma breuedad y con estas palabras solamente. Año de 1406. Fue la de los Collejares» (Ibid., 37S).

Kilómetro y medio aguas abajo del puente sobre la C—328 recibe el Guadiana Menor, por su margen derecha, al río Toya, que viene del Rayal de Quesada y que en su primer deambular se llamará Estremera y río de Quesada a su paso por la localidad homónima. Una vez llegado a la Sierra de Toya, por cuya vertiente norte discurre paralelo, pasará a llamarse Toya hasta su desembocadura. Es un río, el Toya, que no aporta mucho caudal al, por esa zona, caudaloso Guadiana Menor, sí entrega tres milenios de historia, en su condición de testigo de la diversidad de hechos acaecidos a lo largo de su curso desde la Edad del Bronce.

Sigue el río lento y perezoso sin más hechos destacables que el ser raya entre Peal de Becerro y Úbeda y su paso por el Cortijo del Conde Guadiana, situado en la margen izquierda, en un meandro próximo ya a la desembocadura, del que ya hay datos en 1770 dando cuenta de su riqueza y productividad.

Cansado de morder tanta roca y besar tanta vega, el Guadiana Menor, adormilado y apaciguado, da sus aguas al Guadalquivir, en término municipal de Úbeda, en la cola del embalse de Doña Aldonza, a 347 metros de altitud, en la zona llamada Las Juntas, tras haber recorrido más de ciento cincuenta kilómetros desde su nacimiento más lógico, en la Sierra de la Sagra, a casi 1.800 metros de altura. En esta confluencia de aguas el Guadalquivir aporta una caudal medio de 18 metros cúbicos por segundo, mientras que el Guadiana Menor contribuye con 22 metros cúbicos por segundo.

Íberos y romanos no consideraban al río Guadalquivir como curso importante hasta que no confluía con el Guadiana Menor. Incluso hablaron de sus distintas fuentes refiriéndose al arroyo de Cañada Cañepla, en el término de María (Almería), al río Orce e, incluso, el Guadalimar como fuentes originarias. Nunca lo hicieron refiriéndose a la Sierra de Cazorla.

Los musulmanes no tuvieron nunca duda en situar la fuente del Guadalquivir en la cuenca del Guadiana Menor. Decían los árabes que el río de Córdoba, el Guadiana Menor, recibía por la derecha al río de Hornos, el alto Guadalquivir, y que el río Guadalquivir no era tal hasta que no recibía las aguas del Guadiana Menor. Antiguamente al Guadalquivir se le llamó también río Beas y río Cástulo, entre otros. Las autoridades políticas y eclesiásticas impusieron su criterio y así se escribió la historia. Reescribirla será otra historia.

Destacado

HUESA

Capítulo de mi libro «GUADIANA MENOR: EL RÍO DE HUESA (Corazón y alma)»

A veces sin saber muy bien porqué los términos de los municipios, provincias e incluso países se establecen por criterios desconocidos constituyendo, en no pocas ocasiones, las fronteras o límites verdaderos dientes de sierra de difícil explicación. El caminante alaba a aquellos países que tiran sus límites interiores a escuadra y cartabón. Bien es cierto que estos países suelen ser de reciente pasado y pudieron permitirse tal lujo, en la vieja Europa debió haber otros condicionantes históricos que impidieron el dibujo de una geometría más regular.

El término municipal de Huesa no es una excepción, pero sí es cierto que gran parte de él queda definido por elementos naturales tales como las cuerdas de las sierras al norte y este, gran parte del recorrido del río Guadiana Menor por el este y el curso del río Guadahortuna por el sur hasta su desembocadura en el Guadiana Menor. e conforma así un término municipal de 139,4 kilómetros cuadrados, de forma rectangular, siendo los lados más cortos del mismo, los norte y sur y los más largos los este y oeste. A imagen y semejanza de las distintas letanías que formaron parte de las enseñanzas de nuestra infancia, por lo menos de la del caminante, respecto a los límites de España, podríamos decir que: Huesa limita al norte con el término municipal de Quesada; al este también con Quesada, compartiendo cuerda de la Sierra de El Caballo, con el de Hinojares, formando frontera natural los ríos Ceal y Guadiana Menor, y el de Pozo Alcón, con el río Guadiana Menor también como serpenteante frontera natural; al sur limita con la provincia de Granada, por el término municipal de Dehesas de Guadix, siendo el río Guadahortuna frontera natural en todo el límite sur; al oeste nuevamente con Quesada, en toda la extensión del límite siendo de nuevo el río Guadiana Menor quien marcará frontera durante algunos kilómetros por el tramo más septentrional y una accidentada orografía por la parte meridional.

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Término municipal de Huesa en 1878

Perteneciente a la comarca del Alto Guadalquivir, y asignada al partido judicial de Cazorla, más del cincuenta por ciento de su término está dentro de los límites del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas cuyos límites establece el decreto de su creación:

Límite Sur: Desde el punto anterior desciende el límite en dirección sur por el perímetro exterior del monte de utilidad pública número 6 hasta su unión con el mismo perímetro exterior del monte 144, registrado en el Catálogo de montes de utilidad pública, y continúa por el mismo hasta su confluencia con la carretera comarcal de Torreperogil a Huércal-Overa, desde aquí en dirección sur avanza por el término municipal de Hinojares hasta su confluencia con el río Guadiana Menor. Desde este punto, en dirección oeste, aguas abajo del río Guadiana Menor hasta el punto de corte con la carretera local de Hinojares a Ceal. Desde aquí por la carretera de Ceal a Huesa, hasta el punto más próximo a los Picos del Guadiana. Desde este punto, por el perímetro exterior del monte consorciado “Cerro de Juan López” y del también consorciado “Cueva de los ladrones”, se sigue hasta su confluencia con el perímetro del monte del Estado Poyo de Santo Domingo. Se cambia de dirección y se continúa por el perímetro exterior del monte Poyo de Santo Domingo y en dirección norte, hasta la confluencia de dicho perímetro con la carretera comarcal 323 de Torreperogil a Huércal-Overa, continuando por esta carretera hasta el sitio denominado Cueva del Agua o Cueva del Tíscar, punto que coincide sensiblemente con el perímetro del monte Cerro del Caballo. Límite Oeste: Se continúa por dicho perímetro del monte Cerro del Caballo hasta su unión con el límite del monte del Estado “Cumbres de Poyatos”, cuyo perímetro exterior se continúa hasta encontrar de nuevo el perímetro del monte “Cerro del Caballo” hasta su confluencia con la vía pecuaria de Huesa a Cazorla, a la altura del Puerto de Tíscar, sitio conocido también por el “Collado de Tíscar” …. DECRETO 10/1986, DE 5 DE FEBRERO, POR EL QUE SE DECLARA EL PARQUE NATURAL DE LAS SIERRAS DE CAZORLA, SEGURA Y LAS VILLAS. (BOJA 22/1986, de 15 de marzo).

La pertenencia a este parque natural, el más extenso de España, condiciona también su orografía. Una acusada depresión, de una altitud media de unos 450 metros, influenciada por el río Guadiana Menor, divide el territorio en dos partes. El norte, donde se ubica el núcleo urbano, con grandes hazas de olivar, que enlazan con las de Quesada en la parte más occidental y abruptas montañas, cubiertas por grandes bosques de pino, en la parte oriental, coincidiendo con la cuerda de la Sierra del Caballo, con una docena de picos que sobrepasan ampliamente los mil metros entre los que destacan el Cerro de las Carboneras (1.462 m) y el Cerro del Madroñal (1.416 m), que tienen continuidad por el este hasta las Cumbres de Poyatos y El Lanchón, donde el relieve va descendiendo hacia la depresión del río.

El centro del término, que ocupa las cotas más bajas coincidiendo con el curso del río Guadiana Menor, es todo un paisaje de contrastes en el que conviven feraces vegas, paisajes subdesérticos y frondosas laderas que descienden hacia el río.

El sur, donde languidecen, las aldeas de Cortijo Nuevo, Cherrín y Tarahal que delimitan la frontera con la provincia de Granada, aisladas por una orografía en la que alternan hazas cerealistas con otras dedicadas al olivar. Con una altitud media superior a los 750 metros, ocupa casi el cincuenta por ciento de la superficie del término, con una bajísima densidad de población, apenas dos habitantes por kilómetro cuadrado, concentrados en las aldeas a orillas del río Guadahortuna. Conviven aquí zonas de espartal y vegetación esteparia con zonas en las que el pino y la carrasca son muy abundantes y verdean las laderas de los picos y las vaguadas. También aquí varias elevaciones superan los mil metros de altitud como la Peña del Can (1.041 m), Cerro Miguel (1.036 m), Los Atalayanes (1.036 m), Cocón del Buitre (1.014 m) o Morra del Tomillar (1.014 m).

En lo referente al campo histórico o social, el caminante quiere limitarse a hacer una reseña, no demasiado amplia, tanto de Huesa como de algunos otros lugares. El caminante no quiere ser pesado ni apabullar con cifras y datos al lector, tampoco quiere ser pedante ni citar palabra por palabra aquellos estudios que se han hecho ya. Quiere, en su modestia, mencionar, de forma desenfadada, fechas y hechos que tuvieron una especial relevancia en la historia y aconteceres de estos lugares, aportar su punto de vista y su interpretación para una lectura más llevadera.

Escudo de Huesa

Huesa, con una altitud de 655 metros y con unos 2.600 habitantes, forma parte de la Sierra de Cazorla, en la comarca del Alto Guadalquivir, extendiendo su pequeño término municipal de 138,4 kilómetros cuadrados y 83,3 kilómetros de perímetro, desde el centro de la comarca hasta los lindes con la provincia de Granada. Pertenece al Partido Judicial de Cazorla como todos los pueblos cuyo término riega el Guadiana Menor en su deambular por la provincia de Jaén.

Huesa, al igual que la mayor parte de los pueblos de la comarca dispone de evidencias que confirman la presencia de pobladores desde, por lo menos, la Edad del Bronce. Hay restos que, aprovechando la vía fluvial del Guadiana Menor como corredor para el tránsito de mercancías hacia Levante y el Alto Guadalquivir, así lo acreditan: los Castellones de Ceal, junto a la aldea del mismo nombre, en la carretera que va a Hinojares y el asentamiento de Cerro Negro, en la Vega de la Higuera, en la margen derecha del río.

La influencia romana cambió el paisaje agrario de Huesa con la creación de varias explotaciones y villas. De origen romano es el olivar de Brazo Fuerte, hacia el este del pueblo, casi en el casco urbano, sin evidencias de estructuras en superficie, pero documentado a través del hallazgo de cerámicas de esa época. En las proximidades de las aldeas de Los Rosales y del Cortijuelo se han encontrado también restos de asentamientos de épocas más tardías, de épocas íbero-romanas.

Las primeras informaciones con se cuenta de los primeros asentamientos datan de finales del siglo IX. Se da cuenta de la existencia de tres castillos, Belerda, Huesa y Cuenca, agrupados en torno al “hisn de Tiskar” que, según el historiador árabe Ibn Hayyan, fueron atacados y arrasados hacia finales del siglo IX por las tropas del emir Abd Allah desapareciendo, probablemente, como tales a excepción del de Tíscar que tendría relevancia en siglos posteriores.

“siguió sus operaciones hasta Tiskar, fortaleza que encontró deshabitada; entonces por orden de Hisam, le prendió fuego conjuntamente con sus campos, Igual suerte corrieron dos castillos adyacentes (Huesa y Belerda)”

Permaneció el asentamiento en el mismo lugar, a los pies de las enormes paredes de roca en la falda de la Sierra del Caballo, hasta finales del siglo XI, como atestigua la antigüedad de los restos existentes en la actualidad estudiados por el historiador Miguel Barceló y su equipo, para, una vez abandonados, trasladarse a su emplazamiento actual, ya unida a las localidades de Tíscar y Belerda, en forma de pequeñas aldeas fortificadas habitadas por gentes bereberes procedentes de Marruecos y Argelia, que procuraban alejarse del peligro que entrañaba el muy transitado y conflictivo paso del río Guadiana Menor.

Pese a que Huesa fue conquistada en el año 1231 por el obispo de Toledo Rodrigo Ximénez de Rada, se mantuvo independiente como enclave musulmán hasta principios del siglo XIV fecha, a partir de la cual, escasean los datos y las noticias sobre la localidad.

El 25 de junio de 1274 el rey Alfonso X el Sabio cedió el castillo al Concejo de Úbeda, por la ayuda prestada por éste tanto a él como a su padre don Fernando. Así dice la carta de Alfonso X, concediendo los Castillos de Tíscar, Huesa y Belerda:

“Sepan quantos esta carta vieren cuemo nos D. Alfonso por la gracia de Dios rey de Castilla, de Toledo, etc. por facer bien e merced al concejo de Vbeda et por mucho servicio que ficie-ron al Rey, D. Fernando, nuestro padre, e a nos, et atendemos que faran daqui adelante; damosles, et otorgamosles Ciscar et Huesa et Velerda, castiellos que tiene Mahomad, fijo de Haudan que los ayan por iuro de heredat con todos sus términos, con montes, con fuentes, con ríos, con pastos, con heredades, con ruinas, con olivares et con entradas et consalidas et con todas sus pertenencias quantas han et deuen aver; et que fagan dello et en ello cuemo conceio debe facer de su término en tal manera que lo non puedan vender, ni dar, ni enajenar, a iglesia, ni a orden, ni a ome de religión sin nuestro mandado o de los que reynaren en nuestro lugar, et quenos fagan  dellos guerra e paz a nos et a los que reguaren después de nos. Et mandamos et defendemos que ninguno non sea osado etc. Fecha la carta en Belcayre martes, veinte y cinco días andados del mes de junio en era de mil trescientos e trece años (Año 1274). Roy Martinez la escrivi por mandado del rey en veinte e quatro años que el rey sobredicho regnó.”

Aunque no estaba Huesa todavía en poder del rey cristiano, éste, Alfonso X el Sabio, el 25 de junio de 1275 hace donación del pueblo al Concejo de Úbeda por privilegio dado en Belcayre. Aparece aquí la figura de Mohamed Handón propietario, además del de Huesa, de los castillos de Tíscar Y Belerda. La Gran Crónica de Alfonso XI describe a Handón como:

“un cavallero que avie nombre Mohamad Handon, que era señor de un castillo que dezian Tiscar” “E aquel cavallero moro Mohamad Handon enbio decir al ynfante don Pedro que bien sabia el en como no obedesçia a moro ni a christiano, e que más quería el ser libre y sin tributo que non tributario”

El hecho de encontrarse Tíscar en un lugar verdaderamente estratégico, supuso que durante siglos la zona y su castillo fuesen disputados constantemente por moros y cristianos.

El 18 de septiembre de 1224 fue conquistado por las tropas de Fernando III el Santo, quien lo entregó el 20 de enero de 1231 al arzobispo de Toledo don Rodrigo Ximénez de Rada, pasando así a formar parte del Adelantamiento de Cazorla, institución que dominó estas tierras durante la Edad media.

Así pues, en 1331, pasa a ser propiedad del Concejo de Úbeda. Conquistada en 1436 por el Marqués de Santillana, reconquistada después por los moros, no será hasta 1455 en que se convierta definitivamente en cristiana al ser tomada a las huestes moras por Don Francisco de la Cueva, concediéndosele por el monarca Enrique IV el título de Condado y siendo repoblada a lo largo del siglo XV donde alcanza una cierta estabilidad que continúa en el XVI. Esta estabilidad quedó truncada a principios del XVII a causa de malas coyunturas económicas debidas a los altos impuestos y las epidemias. A mediados del XVIII, ya perteneciente a Quesada, se inicia una lenta recuperación económica siguiendo los vientos favorables que el período reformista, propiciado por el Despotismo Ilustrado, sembró en toda España. En 1708 se registran las primeras inscripciones bautismales en la parroquia Nuestra Señora de la Cabeza.

No se puede, por tanto, desgajar la historia de Huesa de la de Quesada hasta la fecha de su constitución como municipio independiente. Referido a Quesada, en enero de 1752, en la respuesta 21 de las Respuestas Generales del Catastro del Marqués de la Ensenada se citaba lo siguiente:

“dixeron: que en dicho Termino se hallan diferentes especies de tierra de regadío que se sirve para los Olivares, Moreras, Morales, higueras, Nogales, Frutales, Viñas, Trigo, Cevada, Cáñamo, Lino, Maiz, Mijo, Panizo, y otras semillas, en los Sitios de el Heredamiento, y Vegas que compre-henden los de el …… Royo Molinos, Ceal, Fique, Chillar, Bruñel alto, Lacra alta, Guadiana, Cherrín, Tarahal, Montalvo, Velerda, Don Pedro Larva, Rambla de la Teja, Huessa y Cañada de Tiscar; que se riegan con los Ríos de Vejar y Majuela, los Sitios de la Vega, Bobeda, Real y Vadillo: y los de…. Royo Molinos, Ceal, Velerda y Don Pedro, con el Rio de Tiscar; Los de Guadiana, Montalvo y Chillar con el Rio de Guadiana; los de…. Rambla de la Teja, Guessa, Rottalaya, Lacra alta, Tarahal, y Cherrín con agua que naze en ellos = Haviendo igualmente otras tierras de secano en….. Puerto ausin, Don pedro, y Velerda, Puerto y Cañada de Tiscar, Espartera, Collados, Peñon de Padilla, Agua hedionda, Cajas(¿), Texada, Gomel, Picos de Guadiana, Salon fondoncilla, Dª Gila, Rosales, Cherrin, Tarahal, Montalvo y otros = Y que las tierras de los mencionados Sitios de regadio de…..Royo molinos, Ceal, y Fique, de primera, segunda y tercera calidad, producen un tanto al año sin intermisión = Y las de Bruñel alto, Lacra alta y Chillar, que assimis-mo son de regadio, y de primera, segunda, y tercera calidad, producen otro con descanso de una = Y las de regadio de Guadiana, Cherrin, Tarahal, Montalvo, Larva, Rambla de la Teja, Lacra vaja, Don Pedro, velerda, Guesa, Cañada de Tiscar y Rosales, que igualmente son de primera, segunda y tercera calidad, producen un tanto al año con intermisión de dos = Y que las de secano producen con dos años de descanso = haviendo asimismo en dichos Sitios de regadio y secano diferentes Tierras plantadas de viña de primera, segunda y tercera calidad”

“Y que hay la Dehessa que llaman Nueva de Guadiana o de las Yervas, que sirve para los Ganados, assi de esta Villa como de otras partes que bienen a hervajar, y se venden sus Pastos en cinquo mil reales annuales, poco mas o menos…. Y que las Tierras de regadio de Chillar, Lacra alta, y Bruñel alto, produzirán las de primera calidad, cada fanega diez de Trigo, y doze de Cevada; Las de 2ª calidad ocho de Trigo y diez de Cevada; y las de tercera calidad, seis de Trigo y ocho de Cevada, por sembrarse siempre de dichas espezies, y todas con un año de descanso = Y que las Tierras de regadio de Guadiana, Cherrin, Tarahal, Montalvo, Larva, Velerda, Don Pedro, Rambla de la Teja, Lacra baja, Guesa, y Cañada de Tiscar, con los Rosales, que se siembran de Trigo, Cevada, Mijo Maiz y Panizo, produzirán cada una…..”

“ Dixeron: que esta Villa se compone de seis cientos quaren-ta y tres vecinos, que todos tienen su residencia en ella, además de….cincuenta y dos en Don Pedro Y Velerda, diez y seis en Ceal y Royo Molinos, cinquenta y tres en Guessa, treinta y seis en la Vega y Bruñeles, veinte y tres en el Lacra y Guadiana, veinte y uno en Larva, y ocho en Cherrin, Tarahal, Montalvo, Navas y Chillar, que todos hacen ocho cientos settenta y qua-ttro…”

“Que en el Pueblo hay quinientas veinte y dos Cassas, además de dos cientas cinquenta y tres arruinadas…..cinquenta y dos en Don Pedro y Velerda; Diez y seis en Royo Molinos, y Ceal; cinquentay tres en Guesa, treinta y seis en la Vega y Bruñeles; veinte y tres en Lacra y Guadiana; veinte y una en Larva y ocho en Chillar, Tarahal, Cherrín, Las Navas y Montalvo que hacen todas las havitables settezientas y cinquenta y tres… Assimismo hay en el Termino de esta Villa dos Ventas, la una que llaman la de Collejares, distante una legua de esta Poblazion; y la ottra nombrada la de Poyatos o Guessa, a la misma distanzia; la primera es propia de An-tonia de Salar, vecino de esta Villa, y la tiene arrendada en 330 reales y la segunda de Don Garcia de Avila, vecino de la Ciudad de granada que tiene arrendada en 480 reales,… Assimismo hay en el Rio de Guadiana y Termino de esta Villa y Sittio de Collejares, un Barco propio de Don Manuel de la Cruz, vecino de estta Villa, por lo que se le regula de utilidad anual, quinientos reales de vellon…”


Mapa del término de Quesada en 1755

La modificación territorial que se produjo en 1847 a instancias de expedientes promovidos por vecinos de Santo Tomé, Peal de Becerro y Huesa, entre otros, ante la reina Isabel II, culmina con la Orden Ministerial de febrero de 1847 en la que se autorizan dichas segregaciones. Se segregan de Quesada las aldeas de Ceal y Arroyo Molinos para, junto al núcleo que se ha constituido en torno a la Venta de Poyatos, formar lo que sería el nuevo municipio de Huesa, según reza en el “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar” elaborado por el político y jurista Pascual Madoz.

Primer sello del Ayuntamiento de Huesa

Se inicia así un período de estabilidad que se acrecienta cuando en 1848, el 8 de febrero, inicia su camino como municipio independiente de Quesada a cuyo término jurisdiccional estaba adscrita, y continúa hasta mediados del siglo XX basado, fundamentalmente, en la agricultura del olivo y el cereal, trigo y cebada fundamentalmente; el esparto y su artesanía y la elaboración de esencias de plantas aromáticas abundantes en la zona como el tomillo, el romero, el espliego y la mejorana.

Todo pese al desigual reparto de la tierra, la mayor parte propiedad de latifundios, que se acentuó con la derrota republicana en la Guerra Civil, en 1939, y la imposición del régimen dictatorial franquista, que paralizó cualquier ínfula de modernización que se había emprendido durante la República y retrotrajo el sistema rural al existente a principios del siglo XX, potenciado por una oligarquía sin escrúpulos que manejaba con mano de hierro las disputas y las revanchas, siempre a su favor. Como ocurrió a lo largo del estado español, se abrió un período de carencias, racionamiento y terror que continuaría hasta la muerte del dictador.

La población crece de forma importante pasando, en menos de 50 años, de los 600 habitantes con que contaba al independizarse, a casi 2.000 en el año 1900 hasta llegar a su máximo nivel de población con el censo del año 1955, que registra 4.536 habitantes.

Aunque en 1848 es cuando inicia su camino como municipio independiente, no será hasta el censo de 1860, el anterior había sido en 1842, que aparece Huesa ya de pleno derecho en las estadísticas censales con 1.221 habitantes. En el de 1877 la población se incrementa hasta los 1.674 habitantes. En el de 1887 alcanza los 1.833 habitantes. En el de 1897 los 1.978, no superando los dos mil, exactamente 2.463, hasta el censo de 1910 y los 3.044 en el censo de 1930, 3.812 en el de 1940, 4.414 en el de 1950 y 4.536 en el de 1955, donde alcanza su mayor número de habitantes para, desde ese número, iniciar un progresivo descenso hasta los, por ejemplo, 2.732 del año 2001, con una población ya prácticamente estabilizada desde los años ochenta. Se produce así lo que los científicos han dado en llamar “invierno demográfico” a causa, esencialmente, del envejecimiento de la población.

Las causas son sobradamente conocidas y comunes a muchos otros pueblos andaluces, con especial incidencia en los de las provincias de Almería, Granada y Jaén, las más deprimidas de Andalucía cuando estalla el fenómeno migratorio.

A partir del siglo XII se abandona la protección de los farallones de la Sierra del Caballo y, en forma de alquerías aisladas, la población va progresivamente trasladándose a lo que es la ubicación actual en una disposición aterrazada aprovechando las laderas en un primer momento y posteriormente llanos más propensos al cultivo.

El trazado urbano es de calles transversales a las pendientes, adecuándose a las curvas del terreno, Van construyéndose nuevas alquerías que, junto a las existentes, van configurando un núcleo de población con una trama urbanística común en toda la zona, la mayor parte de las veces buscando los cursos de agua más o menos caudalosos, pero con una disposición que permita evitar inundaciones.

El centro de la vida familiar es la casa, cuyo espacio está total o parcialmente condicionado por una actividad económica de subsistencia. En el modelo más usual, bajo el mismo techo, cohabitan estancias dedicadas al ganado, al almacenamiento y a la familia, no siempre de forma separada, con los consiguientes problemas de salud que ello comporta. Aprovechando el relieve y como ejemplo de adaptación es común, también, la construcción de casas cueva, de condiciones térmicas más aptas, pero más precarias en lo demás.

La casa, generalmente de dos plantas se construye sobre muros gruesos y sólidos bien de piedra y argamasa o tapial, con pocas ventanas, de pequeño tamaño, más orientadas a la ventilación que a otra cosa, a imagen y semejanza de la arquitectura árabe, con tejado a dos aguas finalizado en teja árabe sobre entramado de caña que descansa en vigas de madera, generalmente pino. La puerta suele ser rústica, de madera, de hoja única con dos batientes. Se dedica la planta inferior a la actividad ganadera, con cuadras, chiqueras, gallineros, etc., y la superior a vivienda y almacén, aunque no es raro encontrar en la inferior alguna estancia de estar e, incluso, dormitorios. Las clases más pudientes disponían en ocasiones de un tercer piso dedicado al almacenaje y curación para productos de matanza y huerta.

En los cortijos la vivienda familiar suele tener también dos plantas. En la inferior se localizan la cocina y el dormitorio principal, y en la parte superior uno o dos dormitorios, utilizados también como graneros. La cuadra, a veces, tiene una puerta de acceso directo. Detrás de la casa se sitúa el corral, en torno al cual se disponen las chiqueras, gallineros, leñeras y compartimentos para el ganado.

El entorno ofrece, en cantidad y variedad suficiente, los distintos materiales usados tradicionalmente para la construcción: piedra, tierra, paja para los adobes, cal, yeso, esparto, arcilla, etc. Materiales todos de fácil elaboración y transformación. Las técnicas de construcción son simples y raramente hay necesidad de recurrir a especialistas.

Huesa, como la mayor parte de las poblaciones de la zona, basa en sus inicios su economía en un sistema mixto que combina agricultura, ganadería y recolección. En muchos casos estas tres actividades convergen en una misma familia. Normalmente las familias disponen de una pequeña huerta, en la que se cultivan hortalizas, legumbres y frutas, alguna parcela de secano, y unos pocos animales: un cerdo, algún animal de carga, una cabra, algunas gallinas y otros animales de consumo.

Los terrenos y su utilidad son varios y de distinto uso. En el secano se cultivan cereales para el uso particular y olivar de secano. El regadío se aprovecha para frutales, huerta de subsistencia (patatas, tomates, ajos, cebollas, legumbres, etc.), en menor medida huertas para la venta de productos y, fundamentalmente, para el olivar de regadío.

Por lo abrupto del terreno y su especial orografía, el suelo dominante es el dedicado a la recolección. Son tierras de propiedad comunal, sin cultivar, de bajo índice de explotación que, no obstante, hasta hace no muchos años, proporcionaban un complemento económico importante a la población. Son suelos donde se da el esparto, el tomillo, el romero y la mejorana, que propiciaron en su tiempo la creación de una importante industria alrededor del esparto y de las esencias que se sacaban de las plantas aromáticas y medicinales. Había importantes calderas para la extracción de estas esencias en Hinojares y Chíllar, aunque en los años sesenta se construyó una en el pueblo, en terrenos aledaños al cementerio que, posteriormente, desapareció.

En las zonas altas de montaña la abundancia de pinos, el albar, el salgareño y el laricio, aprovisionaron de combustible y material de construcción a los habitantes del pueblo.

En un período de cien años, en el que va de 1880 a 1980, se multiplica por diez la superficie dedicada al olivar que pasa de las 130 hectáreas de 1880 a las 1.600 de 1980, entre secano y regadío. El olivar, con cerca de 300.000 árboles, por tanto, es la máxima expresión de riqueza local y como consecuencia de ello, en el año 1953 se empieza a pergeñar, entre algunos prohombres del pueblo, lo que será la futura cooperativa y, casi a petición popular, se funda la Sociedad Cooperativa Agraria Nuestra Señora de la Cabeza y se elige como presidente de la misma a Romualdo García del Río Navarro. Con una importante inversión, se dota a la misma de terrenos suficientes y maquinaria moderna para molturar la casi totalidad de la producción del término a excepción de la de la finca El Llano, que tiene fábrica propia y que antaño prestaba servicio a los agricultores locales ante las limitaciones de producción de la otra fábrica existente en el pueblo, que queda en desuso tras la construcción de la nueva cooperativa. Ésta se asienta sobre unas instalaciones de unos 1.200 metros cuadrados entre las que se incluyen, patios para la recepción y descarga de la aceituna, la fábrica propiamente dicha, la bodega y la orujera. Prensas, rulos, básculas, torvas y batidoras componen la maquinaria.

A partir de esa fecha la Cooperativa, enclavada en terrenos de la calle de Las Escuelas con salida para carga a la calle Real, entra a formar parte del entramado económico social del pueblo, ocupando un lugar preponderante hasta la actualidad. Para una mejor calidad y producción se construyen nuevas instalaciones más modernas que permitieran métodos más modernos y automatizados de envasado, pero manteniendo sistemas de recolección manuales, debido a lo abrupto del terreno, y de extracción en frío, lo que produce un aceite de gran calidad bajo el control del Consejo Regulador Sierra de Cazorla, al que pertenece la Cooperativa. Con la creación y comercialización de una marca propia “Hueoliva”, lo que era una producción que se exportaba casi íntegramente, se abre paso en el mercado nacional con los consiguientes beneficios para los casi 1.300 socios actuales.

Mención aparte merece también la industria del esparto, planta muy protegida por Reales Órdenes de 1864 y 1887, que regulaban de forma estricta los plazos de recolección. Pese a ser una actividad económica secundaria para el pueblo no por eso deja de ser importante. A partir de los años cuarenta se produce una gran demanda interior de esta planta esteparia de la familia de las gramíneas. Se utiliza tanto para la construcción como para la manufactura de papel, cestos, sogas y, especialmente, para la fabricación de capachos para la obtención de aceite. Lo rudimentario de su estructura técnica y empresarial propició la aparición de iniciativas públicas y privadas. La materia prima la proporcionaba la gran superficie de atochares que salpicaban, y aún salpican, la geografía municipal de Huesa, con casi 5.000 hectáreas.

Pese a ser una labor muy dura por lo accidentado del terreno y la climatología, se recolecta entre los meses de julio a octubre, gran parte de la población se dedica a su recolección, obteniendo así beneficios que le permiten subsistir hasta llegar a los de la recolección de la aceituna. Un buen espartero puede recoger diariamente alrededor de 400 kilos de esparto que, multiplicado por el precio del momento, proporciona un buen jornal al recolector.

La época dorada del esparto, en lo que a precios se refiere, se da entre el período que va de 1945 a 1965, llegando a pagarse hasta 3,12 pesetas el kilogramo en 1950 y mantener prácticamente el precio hasta 1965 para, a partir de 1970, iniciarse una fuerte depreciación que llevó a su abandono debido, entre otras causas, a la aparición de fibras sintéticas y procesos más modernos que lo sustituyeron en los distintos sectores en que se utilizaba, especialmente en el del aceite.

Es de suponer que la aldea de Huesa respetara el mismo patrón de crecimiento que la casi totalidad de los poblamientos del entorno. Anterior a lo que hoy es la iglesia debió haber alguna capilla, sobre la que seguramente se construiría la actual, que aglutinó en un principio la mayor parte de las construcciones. La existencia del antiguo cementerio en los aledaños de la misma parece avalar esta teoría. La estabilidad del Adelantamiento durante los siglos XV y XVI hizo el resto hasta alcanzar la importancia suficiente en el siglo XIX que propiciara su independencia de Quesada.

Parece, pues, lógico deducir por lo referido en la respuesta 21 del Catastro de Ensenada que desde fecha incierta y hasta mediados del siglo XVIII la que era entonces aldea de Quesada pudiera llamarse igualmente “Huessa”, “Guesa” o, incluso, “Poyatos”, por la venta homónima que existía y que daría nombre a la parte del pueblo que aún se denomina así, aunque esté ya en desuso. No hay vestigios, de ningún tipo, que establezcan relación causa efecto entre el nombre del pueblo y la definición que la Real Academia Española concede al vocablo huesa: procedente de la palabra latina fossa, “fosa”, hoyo para enterrar un cadáver. Tampoco los distintos sinónimos “sepultura”, “tumba”, “hoyo”, etc., apoyan esta relación. Mucho menos dar pábulo a la leyenda que atribuye a la reina Isabel la Católica en su viaje a Granada, e hipotético paso por Huesa, en cualquier caso, siglo XV, la imposición del término al exclamar tal nombre durante la contemplación de los muchos restos óseos dispersos en no se sabe qué batalla: “esto es una huesa”. Ya en 1274 aparece el nombre en el documento de cesión que hace, del castillo de Huesa, Alfonso X El Sabio, al Concejo de Úbeda.

Como hechos constatados sí se puede decir que en el plano que elabora el Instituto Geográfico y Estadístico el 23 de Diciembre de 1897 por el topógrafo Don Pedro Corrales, casi con toda seguridad el primero que se realiza, se da cuenta de la existencia, como elementos destacables, de la Iglesia, en su actual ubicación; del ayuntamiento y escuelas municipales, en su ubicación actual también; de una fuente y plaza de toros en lo que hoy es el jardín, de otra fuente existente en la esquina de la calle Real con la del Barco (Nemesio Segura); de otra en la entrada del puente y de una casa cuartel de la Guardia Civil en la calle de la Iglesia, casi contigua al templo.

Huesa en 1897

Pueblo que vive al margen del tiempo del que tiene su propia medida, con calles a veces largas, empinadas la mayor parte, a veces torcidas, estrechas o sombrías. Calles que truncaron nombres como Barco, Escuelas, Aceras, etc., por otros más acordes con modas o vaivenes políticos. Calles de convivencia, de paz y tolerancia secular.   Que no posee casas solariegas ni blasonadas ni, salvo alguna contada excepción, de relevancia arquitectónica.

Se estructura así el pueblo en dos barrios a ambas márgenes del arroyo. Menos poblado en la margen derecha y más en la izquierda teniendo, como único punto de comunicación entre ambos a lo largo de varios kilómetros el puente de la plaza (actual Plaza de la Constitución). En la margen derecha apenas una docena de casas aisladas habiendo más concentración por debajo del Camino de Úbeda, estructurado a lo largo de la calle de la Oliva que continúa hacia la calle de las Cuevas, con varias cuevas en su parte final. Hoy día el trazado de estas calles coincide con el de la actual carretera de Pozo Alcón. También se concentran varias casas en la manzana que conforma el edificio del ayuntamiento delimitado a sus espaldas, hacia el arroyo, por el callejón de las Chapas. Completan esta margen derecha el olivar, las llamadas eras del Mayorazgo (finca de El Llano) y varios huertos que descienden hacia el arroyo.

Por lo que respecta a la margen izquierda, está franqueada en su discurrir por gran cantidad de huertos. El puente enlaza el camino de Úbeda con el de Arroyo Molinos, que en la parte inicial de su recorrido se denomina calle Real, flanqueada por varias manzanas de casas hasta la altura de lo que en la actualidad es la calle alcalde Linares. De la calle Real parte, por su izquierda, en dirección ascendente, la calle del Barco, en la actualidad calle Nemesio Segura y la calle del Horno y calle Nueva, conocida antes como calle de las Aceras y en la actualidad como calle del Doctor Fages, que desembocarán ambas en la calle de la Iglesia, que arranca, como es propio, de la misma iglesia y que tiene continuidad como camino del Ventorro. Se juntan, también, algunas casas a lo largo de la calle del Cura, que coincidiría en la actualidad con la calle Ramón y Cajal.

Por la derecha, al inicio de la pronunciada pendiente de la calle Real, la calle de Guadiana, con la misma denominación actualmente y, más arriba, el callejón del cementerio, actual calle del Cerro, con el cementerio en las afueras vigilante, en su otero. Hasta ahí como tal calle Real, a partir de ahí Camino de Arroyo Molinos.

No será hasta principios de la década de los años cincuenta, época de mayor población, que se inicie el cubrimiento parcial del arroyo que dividía al pueblo y que había causado no pocas catástrofes con sus inesperadas e incontrolables avenidas. Se modifica totalmente la estructura del pueblo, se hace el alcantarillado de parte del mismo; se urbaniza el jardín, con su templete para la música; se dotan terrenos para la construcción de nuevas escuelas que sustituirán a las antiguas; se construye la Cooperativa de aceite; se adoquinan calles; se inicia la construcción del consultorio médico; se continúa electrificando viviendas, aunque con horario restringido; aparecen los primeros aparatos de televisión; se crea la banda de música; se va incrementando el número de vehículos a motor; se crean líneas de transporte que comunicarán al pueblo con Úbeda, Jaén y Pozo Alcón; se reforma y amplía la iglesia anulando el cementerio antiguo y, en definitiva y dentro de lo que cabe, se va adecuando el pueblo a las necesidades de una población que, sólo en el casco urbano ronda las 3.000 almas. A este período de expansión contribuye también, de forma importante, la repoblación de olivar de gran parte de la finca El Llano, en las tierras situadas a ambos lados de la carretera de Quesada, lo que incrementa sensiblemente el censo de éste cultivo, con sus lógicas consecuencias de generación de riqueza.

Puede decirse, pues, que la década de los cincuenta sienta las bases de lo que había de ser un pueblo floreciente que, por mor de circunstancias sociales nacionales, devendría en algo muy distinto, como se ha explicado varias veces en estas líneas. Pero eso, es otra historia.

Por lo que respecta al apartado monumental hay pocas cosas destacables excepción hecha del Poblado Ibérico de los Castellones de Ceal, compartido con el municipio de Hinojares, que queda explicado en otro capítulo y de la Iglesia de Nuestra Señora de la Cabeza, patrona de la localidad.

En lo concerniente a la iglesia nada mejor que citar el trabajo realizado por Francisco Javier Asturiano Molina—Niñirola y Luis Cordón Cortés “LA PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA CABEZA DE HUESA: UN EJEMPLO DE INSTITUCIÓN PARROQUIAL EN JAÉN EN LA ÉPOCA DE LA ILUSTRACIÓN” y que se reproduce a continuación:

“LA PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA CABEZA DE HUESA: UN EJEMPLO DE INSTITUCIÓN PARROQUIAL EN JAÉN EN LA ÉPOCA DE LA ILUSTRACIÓN” y que se reproduce a continuación:

“En este trabajo pretendemos estudiar brevemente la Parroquia de Nuestra Señora de la Cabeza de Huesa, como un ejemplo de institución parroquial a finales del siglo XVIII en el ámbito rural andaluz, tal como sucedió con otras parroquias jiennenses fundadas en la época de la Ilustración.

Huesa es una localidad que se encuentra al sureste de la provincia de Jaén, y al suroeste del Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas, en la margen derecha del valle del Guadiana Menor y en la depresión más oriental de la Cordillera Subbética.

El municipio está determinado por su situación geográfica, con una orografía montañosa al norte y noreste en la que, entre pinares, se intercalan parcelas de olivos en las partes más bajas; mientras el resto del territorio es de orografía más suave e inclinada hacia el río Guadiana Menor, de tierras más pobres ocupadas por pastos, matorral, tomillar y espartizal.

En este contexto se enmarca el pueblo de Huesa, a 83 km. de la capital provincial, tradicionalmente alejado del área de influencia de la ciudad de Jaén y de otros grandes municipios de la provincia, en un contexto eminentemente rural, lo que ha sido determinante en toda su historia.

Como otros pueblos que durante la Edad Media fueron territorio fronterizo en las luchas entre cristianos y musulmanes, la localidad que estudiamos debió tener una pequeña iglesia gótica, levantada con carácter de urgencia hasta mediados del siglo XV, que no resistió el paso de muchos siglos.

Tras la expulsión musulmana y el fin de la Reconquista, en Huesa y en todo el territorio circundante se inició a finales del siglo XV un proceso de estabilización y repoblación que pondría las bases para su afianzamiento institucional y su expansión posterior.

El siglo XVI fue una etapa de prosperidad económica para el pueblo y toda la zona próxima; pero, al igual que sucedió en el resto de la provincia de Jaén, este período expansivo se vio truncado en el siglo siguiente por la grave crisis general del momento, fundamentalmente debida a la carestía y las epidemias, junto a la onerosa política real (impuestos, levas…).

En el siglo XVIII se inició el período de recuperación de la población. Ya a comienzos de este siglo se empezó a construir en Huesa una ermita dedicada a la Virgen María, bajo la advocación de la Cabeza. Esta ermita atendía las necesidades religiosas de un grupo reducido de familias que vivían de la agricultura y de la ganadería, actividades tradicionales de este pequeño pueblo, muy ligado jurídica y eclesialmente a Quesada.

Huesa formaba parte del Arciprestazgo de Cazorla, el cual a su vez formaba parte del señorío arzobispal de Toledo (Adelantamiento de Cazorla). Con la Ilustración todo el Arciprestazgo experimentó una gran transformación demográfica y urbanística, y muchos núcleos rurales se constituyeron en Parroquias, como es el caso que nos ocupa.

De este modo, y consecuentemente con el crecimiento y desarrollo del pueblo, el arzobispo de Toledo D. Francisco Antonio de Lorenzana y Buitrón decide en el año 1778 constituir la Parroquia de Huesa.

Lorenzana, arzobispo de Toledo de 1772 a 1800, fue como es bien sabido un personaje de enorme importancia: nombrado cardenal en 1789 y posteriormente Inquisidor General en 1794, en sus veintiocho años de pontificado en Toledo la Ilustración encontró en él un genuino representante de sus objetivos. Entre las muchas actividades y reformas de todo tipo que realizó, mencionaremos que en relación con el tema que nos ocupa este arzobispo dio un gran impulso al Arciprestazgo de Cazorla, instituyendo varias parroquias: Hinojares y Huesa (1778), Chilluevar y El Molar (1781), y El Tarahal (1798).

Según el Decreto de Lorenzana de 1778, la ermita de Huesa se convierte pues en Parroquia, hecho de singular importancia para el pueblo; esto nos da a entender que Huesa en estas fechas era algo más que una simple aldea, por el aumento de su población y el desarrollo económico que había experimentado la localidad.

El año siguiente a la constitución en Parroquia se creó una Hermandad, denominada del Santísimo Sacramento (hecho muy común en esta época), dedicada al culto eucarístico y a las demás necesidades de la parroquia. Esta Hermandad de 1779 se dedicaba también a realizar obras de caridad entre los más pobres y necesitados, desempeñando una labor social y caritativa bastante importante en el pueblo.

Como consecuencia del avance económico y demográfico que hemos mencionado, Huesa también sufrió una transformación urbanística y arquitectónica de cierta importancia desde mediados del siglo XVIII, y cuyo exponente máximo fue la construcción de la nueva Iglesia tras la institución en Parroquia por Lorenzana.

Así, será precisamente en este momento que estudiamos, con la Ilustración, cuando se construya el nuevo edificio parroquial, símbolo de la recuperación y del desarrollo de una población en crecimiento.

La actual Iglesia conserva el perfil de la arquitectura religiosa del siglo XVIII, aunque ha tenido que ser restaurada en distintas épocas. Arquitectónicamente su elemento más característico es la torre, de base cuadrada, que culmina en un cuerpo de campanas diferenciado por una moldura, con cuatro huecos rectangulares que cubren arcos de medio punto, cubierta con tejas a cuatro aguas. Esta torre es punto de referencia visual para toda la población, ya que destaca sobre todas las demás construcciones de la localidad; y es el único vestigio que se ha conservado original del siglo XVIII, como consta en el Archivo Parroquial.

En cuanto a las obras artísticas conservadas en la Parroquia de Nuestra Señora de la Cabeza de Huesa, merecen destacarse las siguientes esculturas dentro del período que estudiamos:

— Nuestra Señora de la Cabeza. Es la titular de la parroquia desde su creación. Es una imagen de candelero (de vestir), anónima del S. XVIII. Su fiesta se celebra el día 26 de abril.

— Jesús Nazareno. Es una talla de madera policromada, de vestir, anónima. Su procedencia es el Convento de las Agustinas de Cazorla. En un principio los ojos del Nazareno eran de madera policromada, tan común en el siglo XVII, por lo que la imagen se podría remontar hasta ese siglo, aunque se ignora la fecha exacta. Los actuales ojos de cristal fueron colocados por el escultor Luis Gómez en 1773, como consta en el pergamino encontrado en uno de los ojos de la escultura con motivo de su restauración en 1996:

“Se le pusieron ojos a este Sr. el año de 1773, día 26 de Julio a Debozion de Dª. Geronima Salbadora, siendo; abadesa Dª. chatalina de los rios ) Luis Gomez”.

Tras la Desamortización de Mendizábal de 1836 las imágenes de este convento de Cazorla se distribuyeron por distintas parroquias, y ésta que nos ocupa fue trasladada a Huesa.

— Nuestra Señora del Rosario. Es una talla de madera policromada, de estilo barroco. Según consta en el Archivo Parroquial se trata de una obra anónima del S. XVIII. Esta imagen estaba unida a la Cofradía del Santísimo Sacramento (Nuestra Señora del Rosario — Santísimo Sacramento y Ánimas), al igual que sucedía en muchas de las parroquias de estos momentos, según aparece en los Estatutos de la Hermandad del Santísimo Sacramento que también se conservan en el Archivo Parroquial de Huesa. La misión de esta Hermandad parroquial consistía en preparar las fiestas patronales y también todos los cultos de Semana Santa.

— San Silvestre. Se trata de una talla policromada anónima del siglo XVIII. Su fiesta se celebra el día 31 de diciembre, y es de gran tradición popular. Merece ser destacado que los trajes que se utilizan en la Fiesta de San Silvestre (Los Cargos) son del siglo XVIII, con un gran parecido a los de Quesada.

A modo de conclusión, debemos destacar la importancia e influencia que tuvo también la Ilustración (gracias a la labor de algunos ilustrados de la época, como el Cardenal Lorenzana en nuestro caso, por ejemplo) en el desarrollo y mejora de algunos pueblos del ámbito rural, como era Huesa, tan alejados de los principales núcleos urbanos y de los centros intelectuales de la provincia de Jaén y del resto de Andalucía”.

No se puede pretender de un municipio de poco más de ciento cincuenta años de existencia como tal, apenas una venta hasta su independencia, que existan documentos relativos a su historia pasada que no estén vinculados a la de Quesada. Tampoco la situación geográfica del pueblo ni los avatares de la historia desde 1847 han propiciado la generación abundante de bibliografía. Sí se pueden aportar estudios de carácter más general favorecidos por la existencia de un elemento heredado en la segregación y que tuvo relevancia histórica desde, como mínimo, la Edad del Bronce: el río Guadiana Menor.

Consiguientemente, atendiendo a estos estudios e investigaciones de carácter general se pueden colegir hechos y situaciones que sí afectan al territorio del municipio desgajado. Estos pueden ser algunos.

Relacionados con el Itinerario Antonino:

Tramo de Bactara a Fraxinum: Pese a la casi inexistencia de testimonios epigráficos y de infraestructuras correspondientes a la vía romana Portus Magnus-Cástulo (Linares) en su trazado de Bactara (Freila) a Fraxinum (Castellones de Ceal, Hinojares, Arroyo Molinos, Huesa, dependiendo del autor) hay hipótesis de un trazado para tráfico rodado que desde Cuevas del Campo continuaría por el Camino de Baza llamado también de Hinojares, que en tiempos más modernos ha sido tradicionalmente una vereda de ganado.

Este camino pasaría por los altos llanos de Pozo Alcón para buscar al río Turrillas y seguir el antiguo camino de Hinojares hasta Arroyomolinos, tal y como hacían los viajeros del siglo XIX. Algunos autores han avalado la teoría de que Fraxinum fuera la propia Arroyomolinos o algún asentamiento próximo en el antiguo camino que conecta esta población con Huesa. Otros autores dicen que Fraxinum es la propia Huesa, por haberse hallado numerosos vestigios de sigillata itálica en superficie, pertenecientes a la época imperial y tardía. Se apunta así al actual Ventorro, al igual que Arroyomolinos, como parada de ruta al concentrarse en este trayecto, desde el Ventorro a la iglesia, a través de la calle de la Iglesia, los más relevantes hallazgos de época romana.

Tramo de Fraxinum a Tugia: Como queda dicho la vía llegaba a Huesa por el antiguo Camino Real, coincidente con el actual Cordel del Romeral y Camino del Ventorro, posiblemente el más antiguo del término, en el que antiguamente se localizaba una venta que justificaría el enclave como final de etapa.

De Huesa a Quesada la ruta seguiría por otro Camino Real, jalonado por los cortijos del Higueral y Lacra. Desde este cortijo del Higueral, nombre que mantiene en la actualidad, situado junto a la carretera de Quesada, el camino giraba hacia el este en busca de Puerto Auxín o Ausín (al que se dedica un capítulo aparte en este libro), identificado por Madoz como Saltus Tugiensis, y desde allí por el antiguo camino de Toya a Quesada, también Camino Real. Es prácticamente coincidente la distancia del itinerario romano (23,6 km.), con la distancia entre Toya y Fraxinum-Arroyomolinos, si se considera válida esta identificación, con la actual (22,5 km.).

La vía oriental Cástulo-Acci mencionada en el Itinerario Antonino

Asentamientos y rutas desde la época argárica. Fuente: Sillières (1990)

Excavaciones arqueológicas y construcciones:

Para sustentar estas investigaciones, científicos de la Universidad de Granada efectuaron catas y prospecciones en los distintos lugares relacionados con el término municipal de Huesa.

Cortijo de la Veleta: Los restos se sitúan en las faldas de la sierra de Huesa, en la vertiente norte de la Rambla de la Matanza. El material más abundante es medieval, aunque en la zona más cercana a la rambla se reconocieron cerámicas comunes romanas y terra sigillata hispánica.

Cronología: Romano altoimperial, medieval.

Observaciones: La gran dispersión y escasa entidad de los materiales hace dudosa su atribución a un asentamiento, que en todo caso correspondería a una pequeña construcción localizada en las inmediaciones de uno de los nacimientos de agua que descienden de la sierra hacia el Guadiana Menor.

Haza de la Cruz: El asentamiento se encuentra parcialmente cubierto por la actual población de Huesa. Es un emplazamiento a media ladera, entre 660 y 680 metros de altitud y a unos 250 metros del Arroyo de la Cerradilla. Se sitúa en transición con las pendientes fuertes del piedemonte de la sierra.

Se conocen hallazgos arqueológicos en relación con este enclave desde hace mucho tiempo. La mayor densidad se produce entorno a la calle que prolonga el antiguo camino del Ventorro, uno de los ejes generadores de la antigua población, y que como indica el topónimo, se iniciaba con una venta, relacionada con el camino real que enlaza Jaén con Granada. Existe la creencia popular que en la trasera de una de las casas de dicha calle apareció un tesorillo de monedas de plata. Más hacia el norte, en la parcela que da nombre al yacimiento, situada junto a la Iglesia, pudo realizarse un reconocimiento del terreno. Se recogió abundante cerámica común romana, terra sigillata e ibérica pintada. En cuanto a restos constructivos, en alguna zanja practicada han aparecido restos de opus signinum. Asimismo, se informó también de sillares de cantería, algunos reutilizados en la construcción de la iglesia.

Entre los materiales recogidos por el propietario de la finca, merecen destacarse dos piezas de bronce del siglo III D.C. (Gordiano III) y una jarrilla de tipología tardorromana o visigoda.

Cronología: El análisis de los hallazgos romanos indica una fase imperial temprana.

Cortijo de Aguadionda: Se localiza en la ladera sur de la Sierra de Quesada, en una zona de bancales para olivar junto al antiguo camino de conexión entre Huesa y Arroyomolinos, por Belerda. Se reconoció en superficie una amplia dispersión de cerámica de tradición ibérica, común romana y terra sigillata hispánica.

Cronología: Siglo I avanzado.

Estudiados también y catalogados por la Junta de Andalucía entre 1992/1997:

Los Rincones: Asentamiento de la Edad Media. En el yacimiento no se aprecian restos de estructuras en superficie, tan solo elementos cerámicos de gran dificultad a la hora de aproximar la cronología, ya que se trata de elementos vidriados y a torno sin tratamiento que no permiten un acercamiento real a su momento histórico. Podría tratarse de una fase medieval, pero sin definir.

Cronología: Edad Media.

Cerro Negro: Poblado de la Edad del Bronce final. La superficie de este cerro, está formada por 4 terrazas escalonadas de norte a sur desde la parte más alta, cayendo hacia el río, y sobre las cuales se pueden apreciar restos de construcciones de piedras formando una superficie reticular de poca altura que define espacios rectangulares, que se van adaptando a la topografía del terreno.

Olivar de Brazo Fuerte: Villae de la época romana. En el yacimiento no se aprecian restos de estructuras en superficie, tan solo elementos cerámicos que muestran la existencia de un asentamiento de época romana: tégulas, terra sigillata, cerámicas comunes.

Cronología: Romano altoimperial.

Molino Harinero el Gato: Molino harinero eléctrico con elevadores y roscas que portan el trigo y la harina de una máquina a otra. Cuenta con atrojes para el almacenaje del trigo, atroje para humedecerlo, alfanje, estancia de la molienda y estancia de máquinas. Las trojes están construidas en tapial y encaladas, siendo su función es la de almacenar el grano. El alfanje, construido en ladrillo y madera, es donde se encuentra el juego de piedras de moler. Dentro se encuentra el engranaje que mueve la piedra. La estancia de la molienda es donde se realiza el proceso de la molienda del grano. La estancia de máquinas es la segunda planta donde se encuentran las trojes, la limpia y la cernedora.

Cronología: Siglo XX, 1950/1959

Tahona el Gato: Horno.

Cronología: Siglo XX, 1950/1959

Molino Harinero Mendoreja: Molino hidráulico harinero con cubo, alfanje, bóveda de los rodeznos, cao y pozo.

Cronología: Siglo XX

Almazara el Puente: Almazara de 1948, con motor de gasoil. Compuesto por moledero, trojes, conductos de aceite, aclarado-res y cavidad de la colmena.

Cronología: Siglo XX, 1948

La Calle de los Moros: Cronología: Edad Media, árabe.

El Pueblezuelo: Cortijo de Chíllar.

Cronología: Edad Media, árabe.

La misma circunstancia concurre en el apartado de festividades religiosas propias y específicas del municipio.

“Por San Silvestre, despídete de éste”, dice el dicho popular y se dice en Huesa el 31 de diciembre de cada año con motivo de las fiestas patronales en honor del que fuera del trigésimo tercer papa del cristianismo, santo patrón de Huesa, que comparte patronazgo con Nuestra Señora de la Cabeza.

No hay un nexo de unión lógico ni documentado del porqué esta fiesta, la más arraigada en el pueblo, está dedicada a este santo varón. Tampoco está claro su origen. Esta fiesta pagana, reconvertida a religiosa, en honor del que fuera, según la tradición, que no la historia, el pontífice que gobernó la Iglesia durante veinte años y bautizó al poderoso emperador Constantino el Grande consiguiendo de él el cese a la persecución a los cristianos allá por el siglo IV, pudo tener su origen, como tantas otras fiestas y advocaciones, en rogativas o promesas efectuadas por el pueblo en demanda de beneficios o milagros ante desastres o males de cualquier tipo.

Esta fiesta de San Silvestre en cuanto a su concepción y personajes no es privativa de Huesa, la vecina Belerda y otras localidades de Jaén y España tienen fiestas de características similares con un nexo común: la existencia de, prácticamente, los mismos personajes, con pequeñas diferencias en algunos casos, y su relación con la Guerra de Independencia española con vestimentas propias de la época.

La tradición popular quiere situar la fiesta entre finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII cuando Huesa debía ser una aldea de apenas trescientos habitantes, perteneciente a Quesada. Puede ser así y valdría la pena investigar sobre el hecho para situarlo todo en su justo tiempo y medida. No sólo el origen sino también las singularidades que rodearon su nacimiento y su desarrollo en lo concerniente a vestimentas, fechas, personajes y protocolos. Ya se sabe que el paso del tiempo tiende a desvirtuar las tradiciones transmitidas oralmente, con la consiguiente readaptación a los tiempos y modas que en cada momento rijan.

Sea como sea, lo cierto es que es una fiesta muy enraizada en el pueblo y en las familias que emigraron de él, fuere donde fuere que fijaran su residencia. Se accede por sorteo a los cargos de Capitán, Abanderado y Guinche que vestirán, durante la fiesta y en días precedentes, vistosos trajes inspirados en uniformes de gala del ejército de la época. Así pues, ataviados de esta guisa, al son del redoble de un tambor recorrerán las casas de la población pidiendo ofrendas al santo que serán en forma de alimentos, o “roscos de baño” de gran tamaño, típicos de la localidad, que serán subastados posteriormente siendo los beneficios para la parroquia. Esta colecta en forma de alimentos, que solía coincidir con la matanza del cerdo, sirvió en su tiempo para cubrir las estrecheces de los más necesitados.

Se inicia la fiesta propiamente dicha el día antes de final de año con la quema de los llamados “castillos del santo” en la lonja de la Iglesia, que serán saltados por la gente y donde, antiguamente, se asaban parte de los alimentos recogidos, que se repartían entre los asistentes junto con la cuerva (bebida dulzona compuesta de vino, agua y azúcar), y termina con la celebración de una misa en honor del santo con su consiguiente procesión y el juego de la bandera en el que participan los mozos más hábiles y fuertes del pueblo pues no es tarea fácil el manejo de la misma y su volteo con una sola mano, no debiendo tocar el suelo el trapo de la bandera.

Continúa el calendario festivo el día 17 de enero, con la festividad de San Antón, con la consiguiente bendición de animales de labor y compañía. Es costumbre también encender hogueras en esta festividad y terminar con la rifa de un marrano.

El 25 de abril, día de San Marcos, es también una festividad arraigada en el pueblo. Son peculiares y tradicionales las “tortas de San Marcos”, elaboradas por las gentes del pueblo que son regaladas a los vecinos tras la misa. Era tradición que el reparto de las mismas fuera efectuado por los que hubieran contraído matrimonio el año anterior. Después de estos actos se procesiona al santo hasta el Cerro, otero dentro del pueblo desde el que se domina el mismo y una amplia perspectiva de los campos, que son bendecidos. La jornada finaliza con la quema de castillos de leña en la lonja de la Iglesia y la invitación a los asistentes a “cuerva”, aunque esta vez en honor de la patrona, la Virgen de la Cabeza, cuya festividad se celebra el día siguiente, con la correspondiente misa y procesión.

El primer domingo de junio, en la cortijada de Caniles, se celebra la romería de la Virgen de Tíscar, virgen que, en el pueblo, comparte devoción con la patrona.

Luego, como en todos los pueblos y localidades españolas, están las fiestas populares, de un sentido más lúdico. Era costumbre, desde siempre, hacer coincidir estas fiestas con los primeros días del mes de septiembre. Circunstancias tales como el inicio de la vendimia en Francia y España, a la que suelen desplazarse gran cantidad de hueseños, aconsejaron su traslado a fechas más propicias, mediados de agosto, para hacerlas así más asequibles tanto a los habitantes del pueblo como a los que viven fuera, al coincidir estas fechas con las vacaciones estivales.

Al igual que el pueblo no destaca por sus elementos arquitectónicos, tampoco puede decirse que destaque por haber dado al mundo personajes de relevancia histórica, en cualquiera de sus facetas.

Antonio Chamorro Daza (Huesa 20 de abril de 1903 —Bañolas (Gerona) 3 de marzo de 2003) es, sin duda, el personaje más notable relacionado con el pueblo. Segundo de once hijos de un matrimonio de maestros oriundos de Loja (Granada). Pese a que nació en Huesa, apenas residió allí unos años pues pronto sus padres se trasladaron a vivir a Guadix. Se licenció en medicina por la Universidad de Granada en 1927 en la que pocos años después impartiría clases como profesor ayudante en la cátedra de Obstetricia de la misma. Se consagró como un brillante investigador del mundo de la obstetricia, reconocido por todo el mundo.

Aunque salió de España en 1935 para ampliar conocimientos en Berlín, sus inquietudes políticas, claramente republicanas y socialistas, le obligaron a exiliarse en Francia tras el estallido de la Guerra Civil española. Ocupó cargos importantes en Francia, donde incrementó notablemente su actividad investigadora y ayudó activamente al exilio español. En París conoció a la intelectual francesa Andrée Marya Jacob, que se convertiría en su inseparable compañera hasta 1993 en que falleció la misma. Pese a que le ofrecieron en reiteradas ocasiones la nacionalidad francesa, nunca la aceptó. Volvió a España, a Granada, en 1980 durante un corto período de tiempo para regresar nuevamente a Francia.

Muy deteriorado y acompañado por la poca familia que le quedaba, murió en Bañolas (Gerona) pocos días antes de cumplir los cien años, el día 3 de marzo de 2003.

El 28 julio de 2016 el Ayuntamiento de Huesa aprobó la creación de los Premios Antonio Chamorro Daza, homenaje póstumo al que fuera un relevante investigador de ámbito mundial y, sin duda y aunque desconocido, el personaje más relevante nacido en Huesa.